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Mostrando entradas de 2018

FORTUNATA Y JACINTA (Benito Pérez Galdós, 1887)

José Miguel García de Fórmica La posible reticencia que podamos sentir hacia ella solo porque en los manuales de literatura es calificada (por aquellos que es dudoso que hayan leído otra cosa que literatura «seria») como la novela más grande del siglo XIX español queda vencida solo con aplicar el único método para salir de dudas: leerla. Fortunata y Jacinta no sé si será la mejor novela de esa centuria, ni siquiera si la más destacada de Galdós, pero desde luego es una obra grandiosa, excepcional, inolvidable. Sorprendido justo en mitad del camino de su vida, el escritor canario la escribió con el convencimiento pleno de estar ejecutando una novela culminante en su trayectoria: como Auto de fe o Cien años de soledad o Los hermanos Karamázov , es una de estas que se llaman novelas-mundo , por ambición, por extensión, por el propósito de incluir en ella una completísima expresión del universo humano. Un universo encarnado en una ciudad, Madrid, más que nunca un personaje fu

QUERIDO MIGUEL (Natalia Ginzburg, 1973)

  Benito Arias    Primera novela que leo de Natalia Ginzburg, una de esas autoras invocadas al calor de la llamada literatura femenina, no sé si es momento de plantearnos qué es eso, si tiene rasgos propios o si es un invento de las revistas... A muchos lectores les suelen incomodar las etiquetas porque quieren creer que la literatura es una sucesión de obras únicas; y los críticos por su parte caen a menudo en el dogmatismo de confundir sus revelaciones con ideas platónicas. El caso es que si la literatura escrita por mujeres y según el tópico suele tratar temas relacionados con la intimidad, esta novela de Natalia Ginzburg sería literatura femenina canónica. Naturalmente, ni todas las mujeres que escriben son iguales ni este tema es privativo de ellas; pero por lo que he ido comprobando al leerla, no estaría en mala compañía junto a Edith Wharton, Doris Lessing, Paula Fox, Anita Brookner, Ann Tyler, Elena Ferrante y tantas otras magníficas escritoras que, como la Ginzburg, ha

EL HOMBRE QUE CAYÓ EN LA TIERRA (Walter Tevis, 1963)

José Miguel García de Fórmica Acabo de pasar la última página de la novela y la dejo sobre la mesa, me siento a escribir en el ordenador y me entran ganas de servirme una ginebra (y no me gusta la ginebra) como homenaje al desdichado protagonista de El hombre que cayó en la Tierra (1963). La literatura es irónica: esta novela, que compré hace varios años sin mayor inquietud por leerla (lo hice por eso que llamamos «completismo», porque tenía un vago recuerdo de la película que inspiró con David Bowie de protagonista), y que he cogido al azar en estos días indolentes entre el final del verano y el comienzo de las clases, me ha proporcionado la más triste y melancólica reflexión sobre la soledad, cósmica en su sentido más literal, que he leído en mucho tiempo. Un conocimiento rutinario de su trama podría inducir a engaño: a creer que lo que va a contarnos el libro es la enésima historia del contacto que establece el representante de una raza del espacio con nuestro siempre co

EL ÚLTIMO ENCUENTRO (Sándor Márai, 1942)

Benito Arias    A inicios del nuevo siglo, todos (o casi todos) nos pusimos a leer a un autor hasta entonces desconocido, húngaro que nunca renunció a su lengua materna, ni siquiera en el exilio, y con nombre felizmente memorable: Sándor Márai. La novela que inició el enganche es la que nos ocupa hoy, El último encuentro , original de 1942 y con un título original más críptico: "Arden las velas" o "A la luz de los candelabros" (algo así). Me pregunto si la elección del título castellano tuvo algo que ver con el fenómeno editorial. Se sucedieron las traducciones de sus novelas, largas y cortas, casi en orden cronológico, hasta llegar a sus memorias y diarios. Leímos después de ésta La herencia de Eszter y Divorcio en Buda , sin que el hechizo disminuyera, y con la última parte de La mujer justa (innecesariamente añadida por el propio autor a la versión original) y, sobre todo, con La amante de Bolzano , el encanto (en mi caso) se rompió. Desde entonces, nada

LA EDAD DE LA INOCENCIA (Edith Wharton, 1920)

Benito Arias      Una novela no tiene que ser perfecta para encantarnos. Tampoco es preciso que sea muy original, es más, esto podría incluso ser un inconveniente. Para que nos guste, una novela tiene que parecernos bien escrita e interesante. "Bien escrita" (es decir, con un estilo que nos envuelva) e "interesante" (porque cuenta cosas que nos mantienen atentos), son términos muy subjetivos, y conviene ilustrarlos con ejemplos concretos. La obra más conocida de Edith Wharton (1862-1937), publicada en 1920 y Premio Pulitzer al siguiente, es un buen ejemplo de novela poco original e imperfecta; pero muy bien escrita y adictiva. Me parece imperfecta porque aun buscando el equilibrio matemático entre sus dos partes, la segunda se pierde en demasiados episodios sin trascendencia, y porque en general se detiene en detalles menores tanto de personajes (un escándalo financiero recorre de modo inútil la novela entera, sin afectar apenas a la trama principal) com

EL MONARCA DE LAS SOMBRAS (Javier Cercas, 2017)

Mayte Padilla       Me gusta mucho lo que escribe Javier Cercas y me gusta mucho cómo lo escribe. Con El monarca de las sombras vuelve a cumplirse esta doble afirmación. Su última novela narra la historia de su tío-abuelo, Manuel Mena, que siendo adolescente se afilió a Falange Española y murió a los dicinueve años, combatiendo como alférez provisional del ejército franquista durante la batalla del Ebro.    Como en varias de sus obras más reconocidas (en Anatomía de un instante fue Adolfo Suárez; en Soldados de Salamina, Rafael Sánchez Mazas), Cercas vuelve a tomar a un personaje real, que se enfrenta a un momento decisivo en su vida o en la historia, e intenta indagar en su pasado para aclarar las motivaciones que explican dicha decisión. De ese modo, el libro se convierte en una historia real con apartados imaginados, o en una ficción con (documentadísima) base real: el autor ha explicado a menudo que no concibe la escritura sin esta mezcla.    Esta forma narrativa me

LOS EMBAJADORES (Henry James, 1903)

Benito Arias     Los embajadores (1903) es la novela intermedia de la Gran Trilogía de Henry James, justo entre Las alas de la paloma (1902) y La copa dorada (1904), siendo considerada por el propio novelista (así lo manifiesta en el prólogo a Retrato de una dama ) su mejor obra, la más "proporcionada" y "redonda". Sería su obra cumbre, por tanto, dentro de la que suele considerarse también mejor etapa de su autor, claro que en esto hay división de opiniones, y aunque algunos comentaristas, como F. R. Leavis, votan por el Retrato (que el propio autor sitúa a este respecto justo después de Los embajadores ) y otras novelas previas a este estallido final, son más lo que optan por el periodo difícil, entre otros Percy Lubbock. Personalmente, creo que no estamos obligados a elegir, aunque en este caso tiendo a dar la razón a la mayoría. Por lo demás, es admirable la vastedad del legado de Henry James, y la altura de tantas de sus obras. Prácticamente no hay un

EL RETRATO DE UNA DAMA (Henry James, 1881)

José Miguel García de Fórmica   Acabemos antes con los datos que figuran en cualquier entradilla sobre esta novela: El retrato de una dama es la primera gran novela larga de Henry James, excelentemente acogida en su momento, y la obra fundamental del llamado «tema internacional» que el autor trató tantas veces, sobre todo en la parte inicial de su carrera. Este gira en torno al conflicto que surge entre la inocencia y la corrupción, o cuando menos la ambigüedad moral, representadas una por la joven América y la otra por la vieja Europa. Lo había ensayado en varias obras, una de las cuales le había otorgado su mayor triunfo comercial hasta la fecha: Daisy Miller (publicada en 1878, dos años antes que El retrato ). En la presente novela, es una joven llamada Isabel Archer la que se presenta en Europa al ser descubierta por parientes ya instalados en el viejo continente. Convertida de la noche a la mañana en beneficiaria de una enorme herencia, Isabel va siendo envuelta lenta pero i

SIETE CUENTOS MORALES (J. M. Coetzee, 2018)

Benito Arias    Tenemos una novedad de Coetzee en primicia mundial. Se ha publicado antes en Argentina; pero ha aparecido también en España por un acuerdo entre El Hilo de Ariadna y Penguin pocos meses después. La traducción es de Elena Marengo, muy buena, con algunos argentinismos que se entienden sin problemas. El autor, que mantiene una buena relación con la Argentina, ha decidido que se edite antes en español y en tierras sudamericanas que en inglés. Una novedad de Coetzee es siempre una buena noticia. Si se trata además de una continuación de su novela Elizabeth Costello , mucho más, porque esa fue una de las cumbres de la impresionante cordillera en que se ha convertido su obra, todas de considerable altura, desde la primera novela publicada hasta esta pequeña colección de obras maestras del cuento.    Al parecer Elizabeth Costello es un trasunto del autor; pero no al modo de su alter-ego autobiográfico en las Escenas de una vida de provincias , sino de un modo aún más di

EL ARTE DE LA FICCIÓN (James Salter, 2016)

Benito Arias    Tiene frases para grabarlas en piedra:    Nunca he llegado a tener afinidad ni a sentirme realmente cómodo con personas que no leen o que nunca han leído. Para mí es un requisito esencial. (pág. 20)   Leo los cuentos de Bábel una y otra vez. (...) Es como un puñado de radio, un fulgor que nunca habrías imaginado. (págs. 27 y 26)    La filosofía es una cura de efectos lentos (pág. 28)    El estilo es el escritor en su totalidad (pág. 37)    Reescriben sin cesar: Bábel, Flaubert, Tolstói, Virginia Woolf. Ser escritor es estar condenado a corregir. (pág. 38).    Los escritores que me gustan son los que tienen un don para observar de cerca. Todo está en los detalles. (pág. 45)    Hay muchos intentos fallidos, al tratar de arrancarse de dentro algo que a veces es inexpresable. (pág. 51)    Todo lo que no está escrito desaparece, salvo por ciertos momentos que perduran, ciertas personas, días concretos. (pág. 87)    Es curioso que Salter retome el títu

LA FLECHA NEGRA (Robert Louis Stevenson, 1883)

  José Miguel García de Fórmica   Tengo por mi guerra «favorita» una contienda de la que no tengo mayores conocimientos que los que me han dado dos obras literarias (y, por tanto, también cinematográficas). Una, claro, es el Ricardo III de Shakespeare (y de Laurence Olivier); la otra, una novelita de Robert Louis Stevenson que no suele figurar entre lo más conocido de su autor pero que es seguro que quien la haya leído habrá de recordarla siempre con el mayor de los placeres. La contienda es la Guerra de las Dos Rosas (que ya de por sí diríase un nombre inventado por un literato). La novelita, La flecha negra . El autor la publicó inicialmente en 1883, por entregas, en la misma revista y con el mismo seudónimo (el alias de Capitán George North) donde poco antes había hecho lo propio con la historia que por siempre le hizo ganar la inmortalidad, La isla del tesoro . No es casualidad, por tanto, que en ambas brille el mismo ímpetu narrativo, la misma alegría por el mero arte del rel