Benito Arias Milan Kundera es uno de mis autores favoritos, y aunque he llegado a él relativamente tarde, se ha instalado con fuerza en mis hábitos de relectura. Hay otros a los que también me he tomado de un trago, sin terminar agradecido hasta el punto de releerlos; pero Kundera, como Coetzee, Nooteboom o Musil es de los que están y espero que sigan estando siempre ahí, al alcance de mi mano. Dicho esto, me preocupa la suerte de sus novelas. Pasado el periodo de mayor fama, a finales de los ochenta y principios de los noventa del pasado siglo, y teniendo en cuenta su edad y la falta de novedades, podemos preguntarnos con Jonathan Coe cuán importante es su obra hoy en día, y tal vez prepararnos para un diagnóstico inestable como el sugerido por el novelista inglés, quien se hace eco de la crítica de misoginia en un ensayo de Joan Smith (el propio Coe le atribuye a Kundera un aire de "androcentrismo") que ataca a la novela que quiero comentar ahora. La c
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